3.El que duda, probablemente tiene razón.

Todo empezó con unas manchas color crema Adela estaba terminando su rutina de yoga al deslizarse apretando los muslos el abdomen todo su cuerpo por la colcha color lila vio los pequeños puntos beige eran como pequeñas bolitas pero estaban pegadas a la pared una después de otra no entendió qué estaba pasando y decidió olvidar el problema al otro día a las seis en punto sonó la alarma del aparato y comenzó su día como siempre estaba aspirando y respirando y sus pensamientos recordaron los puntos en la pared se acercó con precaución parecía que ahora tenían unas líneas delgadas que las rodeaban no sabía si estaba imaginándoselo o simplemente algún mueble había raspado la pared pero no se atrevió a tocarlas hizo un gran esfuerzo por no pensar en ello camino al trabajo llegó al café prendió la máquina de expreso y verificó la temperatura de los refrigeradores leyó la lista de pendientes y tachó lo que había que surtir le gustaba platicar con el chico del mercado de abastos decidió olvidar la idea y francamente no tenía mucho tiempo para ello el día comenzaba y no tardaban en empezar a llegar los primeros clientes era martes esos días siempre eran muy agitados sus jefes se empeñaban en recordarle que sus primeros clientes eran los que siempre regresarían pero que tenía que ser amable con todos a la cinco dos en punto salió por la puerta su compañera ya estaba atendiendo al cliente en turno era una cafetería pequeña y Adela se las apañaba para salir siempre a su hora pasó al estudio de su tía estaba pintando a un muchacho desnudo y no pudo evitar sonrojarse su tía la regañó como siempre por interrumpirla pero agradecía las galletas de chispas de chocolates le ofreció un vaso de leche Adela pidió agua fría Después de un rato se despidió de su tía pero no del chico aún podía sentir el calor en sus mejillas al llegar a casa después de la escuela se dio cuenta de que no estaba encendido el foco de la entrada y una especie de neblina que cubría el jardín le pareció raro pero solo encendió las luces dejó sus cosas en el closet se dirigió al baño y puso a llenar la tina en lo que se desvestía al pasar por la sala para prender la luz de afuera notó que las manchas ya no estaban luego se dirigió a la cocina para prepararse un pan tostado con jitomate queso provolone y perejil fresco lo aderezó con pimienta sal y un poco de aceite de oliva mientras se terminaba la cena le dio un ataque de risa todos los días se decía a sí misma que estaba harta de servir sándwiches y era lo que cenaba casi siempre checó la temperatura del agua estaba segura que un baño tibio le quitaría el cansancio sintió el agua se quitó la bata rosa pálido y se sumergió en la bañera volteó a ver el estante donde acomodaba los jabones y champús y su vista se detuvo en el patito de porcelana con gorrito verde era el único recuerdo que se permitió dejar en la casa después de la muerte de su madre antes de cerrar los ojos volteó hacia arriba horrorizada veía como miles de extraños insectos bajaban intentó gritar pero éstos se le metieron por la boca los oídos la nariz los ojos al día siguiente Adela despertó puntualmente a las seis de la mañana, abrió el café atendió a los clientes con la amabilidad de siempre y salió a las dos del café, pasó al estudio de su tía el mismo chico estaba parado en la misma posición esta vez no se sonrojó su tía volvió a regañarla por pasar de nuevo al estudio e interrumpir y le ofreció algo de beber Adela le pidió un vaso de agua con azúcar su tía ignoró lo inusual de la petición como si tuviera mucha sed Adela se bebió el baso de agua y se quedó saboreando el azúcar lavó el vaso de la cocina y metió el azúcar en la mochila luego se despidió de su tía y ésta le dijo que cerrara la puerta al salir al día siguiente la tía de Adela estaba sacando unos cuadros para meterlos a su coche tenía que llegar a dar su clase de las nueve en la universidad y se le había hecho tarde cuando quitó el último cuadro que estaba en la pared pensó que uno de los cuadros había raspado la pared tenía unas marcas extrañas

2. Todos mienten; pero no importa porque nadie escucha.

Am I just another hypocrite? la tonada ska de The Specials inunda mi mente y me somete, sus melodías, las voces, los instrumentos, todo tiene sentido hasta que termina la canción.

Las conversaciones se vuelven ecos que prometen y a veces olvido lo que puede llegar a suceder cuando conversas a prisa y sin ganas, mientras tienes que correr para quedarte atorado en el tráfico y mientes, “tengo que llegar temprano” “tengo una junta” “estoy bien”.

Ella sabía perfectamente lo que era mentir, nuestra historia empezó como un cuento de hadas. Cada que alguien nos preguntaba cómo nos habíamos conocido mi chica comenzaba con “Había una vez en un reino muy, muy lejano…”

El “reino muy, muy lejano” era un bar de 7 pisos en el que cada nivel hacía referencia a un pecado distinto. “Era un lugar mágico” continuaba ella “la princesa vivía en lo más alto de la torre, en el último piso” la realidad es que yo ni siquiera había ido en plan de buscar una princesa, yo misma, que acababa de ver como a mis ojos se desteñía el azul del último príncipe con el que quise escribir mi historia estaba a toda costa entablar una nueva relación. Pero para Natalia, “la de los eternos caireles castaños” los cuentos de hadas todavía eran reales.

Hicimos planes, mi familia se opuso al principio, pero en confidencia, mi abuela acertó a decirme que ya todos se lo esperaban, que mi madre incluso pensaba que salir con tantos chicos era solo una fachada para esconder lo demás.

No supe si ese comentario me dolió o me dio risa primero, yo pensaba hasta conocerla a ella que era “normal” aunque, besar a una mujer no me era extraño, la realidad es que nunca había experimentado el amor de esa forma, éste era profundo, real, no éramos amigas pero llegamos a serlo. Yo sabía que lo que sentía era como si alguien hubiese recompuesto mis moléculas y me había enseñado el amor en su más pura esencia y Natalia también lo sabía, así que seis meses antes de terminar la facultad nos fuimos a vivir juntas.

Su mamá era un amor, siempre consiente de las necesidades de su hija, sin juzgar sus decisiones, era todo lo que yo creí que una madre debía ser “Con razón Natalia sabía tanto de esto. Con razón Natalia sabía tanto de aquello” Pensaba yo. Todo iba de maravilla. Éramos Lilith y Eva, los adanes y los príncipes azules salían sobrando.

Las noches bailando ska y reggae se volvieron nuestras, Natalia enloquecía con los sonidos, y su corazón latía al ritmo de cada canción. Yo escuchaba muy poca música, yo era más de sentarme horas viendo películas clásicas pero como el amor es muy grande, comencé a escuchar a grupos como Toots & The Maytals y me di cuenta que Hibbert era un genio.

Graduarnos de Negocios internacionales era sencillo, lo difícil era decidir dónde vivir, si iríamos a Dublín o nos quedaríamos en México. Nunca me había parecido que estuviese tan arraigada a mis raíces como entonces, Natalia tenía otros planes, como siempre, le seguí la corriente. Fuimos a visitar a su madre por primera vez, ella siempre venía en vacaciones de diciembre porque decía que le gustaban más mis fiestas. Además, era hija única y los abuelos de Natalia habían fallecido hace unos años. Esa era en parte la razón por la que nos mudaríamos el año entrante.

“¡Tienes que conocer a todos en Dublín!” me gritaba con su pintoresco acento, “¡no más cerveza Guiness, solo lo mejor para mi chica!”

Sobra decir que yo estaba super nerviosa, Natalia estaba extasiada y yo buscaba no preocuparla, pero yo no tenía empleo y no sabía si podría conseguirlo tan rápido. Ella confiaba en que nos quedaríamos con su madre, yo, pensaba que eso era demasiado, pero al buscar los precios de renta, no me quedó más que aceptar.

Sobra decir que mi madre, una católica formada en colegio de monjas, estaba al borde de la histeria. Por suerte tenía a mi “Lita” para ayudarme con ella, le bajó los nervios con un tecito y Natalia y yo pudimos hablar con ella. Natalia se reía siempre tan francamente, creo que eso fue lo que más amaba de ella, sus dientes apretujados y blancos, su cara roja y sus ojos verdes, hacía honor a su nombre.

Antes de irnos a Dublín, Natalia pidió que fuéramos al bar donde nos conocimos, “por los viejos tiempos” dijo. Yo acepté, la idea me parecía muy buena, seguramente habría muchos bares allá pero ninguno como nuestra “Torre”.

Cuando llegamos al bar, estaba todo muy callado y casi no había gente en la entrada, Natalia me miraba divertida, subimos hasta el último piso y al salir a la terraza entendí todo, empezó a sonar Dreams y Natalia se hincó ofreciéndome una caja verde de terciopelo, dentro había un hermoso Claddagh de oro blanco, el corazón llevaba una esmeralda incrustada. Natalia tomó mi mano izquierda y lo colocó gentilmente en mi dedo. Yo temblaba. Todos vitoreaban, el cuento de hadas resultó ser cierto.

Visitamos todos los bares, planeamos nuestra boda para el siguiente octubre, al ser ambas católicas fue sencillo, solo agregamos un poco más de verde y preciosos símbolos a los anillos.

Llegó el día de la boda, (su madre nos separó la noche anterior para evitar la mala suerte, así que Natalia durmió abajo y yo en su cuarto) Lo último que recuerdo es abrir la puerta de la habitación y encontrar a su madre llorando y las sangre por todos lados, la escalera, el pasamanos, las paredes. Natalia estaba en el suelo frente a la puerta, su madre no paraba de gritar cosas que yo no entendía, la llevamos al hospital, ambas traíamos el vestido de novia. De entre todas las cosas que dijo la mamá de Natalia, repetía athair una y otra vez, lo mismo al hablar con la policía. Yo no entendía nada.

El padre de Natalia había recibido la noticia de la boda y decidió visitar a su hija por primera vez en diez años. Natalia mintió, dijo que su papá había muerto, pero en realidad había estado en la cárcel por asesinar una pareja de homosexuales.

Creado escuchando esta lista de reproducción…