Diciembre, el mes predilecto para suicidas

Todos los años suelo revisar las estadísticas de suicidio en este mes de diciembre. Francamente a veces es por puro morbo, otras, para que lo ocurrido con esas personas no quede en el olvido. Si me dieran una moneda cada que pienso en cómo se sintieron antes de tomar una decisión como esa, los problemas que pudieron haber tenido, lo que su cuerpo estaba pasando mientras cortaban, ingerían pastillas, anudaban la cuerda o simplemente se aventaban al vacío podría comprar una casa y un departamento en donde yo quisiera.

Pero qué es ese sentir que te lleva a tomar esa decisión sino el vacío mismo. La psicología y la psiquiatría todavía no encuentran todas las respuestas. Los diagnósticos son erráticos y la atención médica, sin puedes pagarla puede llevarte a la quiebra en un año de tratamiento, que es lo mínimo que se recomienda. Recientemente leí el libro Reserva del Vacío ensayo que trata el tema del suicidio, lo disecciona y analiza desde el uso que le damos para crear literatura. Sus páginas hablan de dos suicidios que históricamente han impactado a la sociedad: el de Jesucristo y el de Yukio Mishima.

Para muchos, diciembre es una época de disfrute y fraternidad, las cenas, los regalos, los distintos momentos que quedan plasmados en una fotografía reflejan que tan solo por una noche, la felicidad está presente. Pero esos otros, los “solos” los “enfermos” los “cobardes” simplemente no lo llegan a ver así.

Caminar junto a un lago congelado o un risco se vuelve una idea peligrosa. La mente juega con las emociones, el cerebro, que según uno de los médicos que he visto, prefiere tenerte en ese estado de depresión. La explicación a esto es sencillo: cuando estamos deprimidos gastamos menos energía, desgastamos menos nuestro cuerpo, dormimos. Al no comer, tiene entonces que entrar en modo de supervivencia y buscar la manera de dejarnos quietos mientras pasa lo malo.

Estaría por demás decir que nuestro cerebro es un desgraciado, pero así es como funciona el; del mismo modo que el tiempo nos pagará factura y las articulaciones y nuestros reflejos comenzarán a fallar. Así es y así siempre ha sido. Nuestro cerebro es complejo, su capacidad para regenerarse es lenta más no imposible, pero este órgano tan importante es caprichoso: tarda poco más de 30 años en alcanzar su maduración total, eso sin contar el uso de sustancias, causas hereditarias que se vuelven secretos de familia,

Otro punto que me pareció muy interesante del libro es que Anunaki habla del suicidio como una forma de entrega. Ejemplifica con el caso de Jesucristo, y afirma muy puntualmente que se refiere al personaje histórico y deja de lado todo el aspecto metafórico. Concuerdo con el en que fue un suicida, el sabía perfectamente que era su destino fallecer a manos de los romanos, crucificado y por último con su costado atravesado por una lanza. Pero según con los datos históricos, fue un personaje que amaba de una forma increíble.

Quizás muchas personas no estén de acuerdo, pero ¿Quién fue Jesús si no un kamikaze cuya misión era entregarle a la humanidad su propio cuerpo y mostrarles que el amor existe y no siempre es aceptado? y que inclusive, es peligroso. Esto me lleva a recordar los momentos en los que hay una ruptura amorosa y entonces el corazón se va haciendo pedazos, metafórica y literalmente hablando. Estudios científicos han determinado que la muerte por un corazón roto existe y se ha diagnosticado. El suicida no espera que su corazón lo haga por ellos, es determinado y toma acción propia, reta a su cerebro y su incapacidad por resolver el problema.

Aunado a esto, existen otro tipo de circunstancias que deberían de preocuparnos: La sociedad en que vivimos ve con malos ojos que una persona acuda a pedir ayuda psiquiátrica y eso es algo que también me indigna. Las personas que sufren enfermedades mentales no se atienden porque hay un estigma que los marca. Como sociedad, al escuchar el término psicólogo o psiquiatra, automáticamente pensamos en lunáticos sin control que simplemente no pueden estar entre nosotros. Crecí viendo como una persona que vivía frente a mi casa era llevada constantemente a la única institución mental que existe en mi ciudad, y escuchando como los adultos a mi alrededor hablaban de ella despiadadamente. La sola idea de terminar ahí me aterraba, la sola idea de ser alguien que podría llegar a comportarse así era desesperanzador.

Siempre me preguntaba ¿Qué era lo que pasaba por su mente? ¿Por qué no había un control en su medicación, ¿Por qué nadie la curaba? La realidad es que era una persona que desgraciadamente no tenía los recursos y la ignorancia y estigma la marcó para siempre.

A medida que fui creciendo, encontré que la nueva tendencia era el capacitismo, que tiene muchas aristas. Pero por el tema que he estado tratando y que espero aún no te hayas cansado de leer, me refiero más al típico “echarle ganas” el “yo he vivido peores cosas que tu” el “dios le da sus peores batallas a sus mejores guerreros” Todo eso invalida los sentimientos y emociones de las personas que sobre-viven. Lo más grave es que está tan centrado en nuestra sociedad que circunda todos los aspectos de ella.

Son contadas las empresas que se preocupan genuinamente por la situación mental, emocional y en general de salud de sus trabajadores. Miles de trabajadores llegan a un estado de burn-out término acuñado para describir el agotamiento físico y mental que sufren debido a las largas jornadas, los salarios que no alcanzan para nada y en general los distintos grados de discriminación.

La neurodivergencia, es un término relativamente nuevo. No debería sorprendernos que en las aulas los estudiantes están sufriendo del mismo burn-out. (personalmente me tocó ver como un estudiante sufría un ataque de ansiedad y eso automáticamente me transportó a la vecina que sufría “episodios” y todo lo que cada persona con problemas mentales calla por miedo al estigma).

La mente está en un estado de alerta constante, los sistemas educativos siguen con planes que no están adaptados para estudiantes que sufren distintas discapacidades. Mi país, es uno de ellos y no, no solamente sucede en países de tercer mundo. Les sucede a estudiantes de bajos recursos, sí pero también a aquellos que “lo tienen todo” es la otra cara de la monea, es el estar sobre medicado, el ensayo, prueba y error de médicos que en un día ganan lo que una persona común y corriente gana en un mes, pero claro, es eso o enfrentarse a un sistema de salud pública que en todos los aspectos deja mucho que desear.

A pesar de ser una de las partes más importantes de nuestro cuerpo, nunca atendemos nuestro cerebro como es debido, no hay un plan de salud que cubra estudios neurológicos, que te den acceso a un médico especialista puede tardar meses o años y como bien sabemos, cada año tiene su diciembre; cada año, una luz se apaga y los que quedamos aquí atrás, solo nos preocupamos por los gastos funerarios y enfrentarnos a la gran pregunta ¿por qué?

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